sábado, 13 de enero de 2018

Los catálogos

En alguna oportunidad, recién llegada a Panamá, vi un anuncio interesante para mis expectativas en el nuevo y apasionante rol que asumí en este país, la costura. Una señora, que comenzaba su negocio en elaboración y venta de sábanas infantiles, necesitaba a alguien que les tomara las bastas o hilván alrededor de las telas. El anzuelo fue determinante, se podía coser desde el hogar con implementos propios.
La sorpresa llegó con la llamada para solicitar información: debía usar, entre mis herramientas, los hilos requeridos para el trabajo; no solo eso llamaba la atención sino que ¡no podría cobrar hasta que ella vendiera sus piezas. Para rematar esta extraña oferta de trabajo, pidió mis credenciales de “Modistería en Alta Costura” y un Catálogo de mi trabajo para evaluarlo. Respecto a su oferta, resultaba tan contradictorio el hecho de pedir credenciales y catálogos, si no había remuneración hasta que arrancara su negocio. En realidad, cuando no convienen las cosas, no convienen…imagino que la señora, todavía, estará intentando pescar personas incautas para comenzar su proyecto.
Por mi lado, me llamó la atención la solicitud del catálogo; porque, aunque he elaborado infinitas prendas de vestir, desde que aprendí a coser, en mi máquina infantil, en la misma mesa en que lo hacía mi madre en su antigua y negrita “Singer”, nunca he llevado un registro fotográfico. Ahora sé que los catálogos ofrecen los productos, en forma ordenada y, como, personalmente, no tengo la mínima intención de constituir una empresa de modistería, me limité a buscar herramientas para elaborar uno, a modo de nuevo aprendizaje. El resultado fue simpático, porque, además de recordar “acciones escriturales” de la universidad, me entretuve un rato en mi doble terreno de la costura y la reflexión. 









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