sábado, 27 de enero de 2018

Carpe diem…aprovecha el día

Desde la época en que ejercí la Cátedra de Latín, en la Universidad Católica Andrés Bello, la frase Carpe diem (aprovecha el día), tuvo un significado  en mi vida y he  mantenido, como Norte, disfrutar el presente y vivirlo a plenitud, sin perder un solo segundo. Creo que, también, era la intención  del profesor “Capitán, mi Capitán”, rol interpretado por Robert Williams, en la película “La Sociedad de los Poetas Muertos”, para inspirar a sus alumnos las innovaciones en el estudio del idioma clásico.
Hoy día, aunque jubilada y lejos de mi amoroso y largo camino docente, sigo dando gracias a la vida, al reflexionar por las noches, consciente de tantos tesoros acumulados, con mi diaria actividad de costurillas. Ahora, cuando los años me han regalado el regocijo y la compañía de hijos y nietos, fuera de mi amado país, estoy cada vez más segura de que “lo bonito de la vida es coser sueños, bordar historias y desatar los nudos de nuestros días”, tal como se lee en la hermosa figura que acompaña estas letras y que, de la misma manera, llegó a mis manos por mi hija.
Desde bien tempranito y después de haber corrido mis kilómetros de vida en el Running (que me sigue acompañando en el tiempo), comienzo mis amorosos compromisos de costura y, puntada tras puntada, elaboro los sueños del día, en compañía de mis nietecitos, testigos traviesos de las historias bordadas. Así, pues, cuando me ven frente a la máquina de coser, no pierden tiempo: quieren que les lea cuentos y me traen sus libros llenos de coloridas ilustraciones infantiles. Con esta experiencia, tan similar y distinta a otras, comienza el diario ronroneo del motor de la Singer y se inician los cuentos de “Tío Tigre y Tío Conejo”, contados a TODOS mis sobrinos, desde que soy tía…por cierto, un ahijado consentido, me escribió hace poco, para comentar, desde su entorno, en España, los recuerdos que tenía de estas historias, mientras desayunaba una rica arepita, llena de remembranzas de otra época.
Para cerrar estas líneas, solo deseo recordar lo gratificante que resulta desatar los nudos de nuestros días; evidentemente, si aprendemos a querer el paso de las horas y lo acompañamos con actitud positiva, iremos atando nuevos nudos, en el tiempo y en el espacio que nos corresponda…por eso siempre hay que aprovechar el día, disfrutarlo…vivirlo. Carpe diem.


Añado este bello comentario, enviado por uno de mis hermanos:

“Leyendo tu escrito, los recuerdos me llevaron al patio de atrás de Boleíta donde había un cuartito con un par de ventanitas de vidrio opaco que, al mojarse, se ponía transparente. Recuerdo que esa fue mi primera televisión, yo sentado adentro y Lidu afuera con un platito con agua haciendo dibujos en una de las ventanas, mientras contaba una historia...después, dibujaba en la otra ventana, mientras la primera se secaba...
Los cuentos no eran de Tío Tigre, pero la vena cuentera ya apareció desde esa época... ¡gracias por esos momentos que ni me acordaba!”.

martes, 23 de enero de 2018

Como forrar muebles o cuidado con el gato


Hace pocas semanas, unas personas muy queridas me preguntaron si yo podía forrar unos muebles, porque un gato los había dañado, en su apartamento de alquiler. Como no sé decir que no, enseguida me vi frente al horror de las imágenes: cuatro sillas de un sencillo comedor, todas dañadas, rotas y yo…sin idea de lo que se podría hacer. En realidad, sé coser y lo hago bastante bien, pero eso de enmendar el daño hecho por un felino, era algo novedoso para mí y, quizá, se requería de un trabajo de tapizado.
Sin pensarlo mucho, una de las sillas se fue conmigo a casa y no tardé en desarmarla, para descubrir los secretos de su destrucción y armarla de nuevo. Con paciencia y un destornillador de estrías, los tornillos fueron saliendo, dejando en libertad la sencilla estructura de la silla. Con ayuda del material que iba sacando, elaboré mis patrones en papel y esperé a que me consiguieran las telas escogidas para comenzar el trabajo.   
La tela resultó de tapicería, con un lindo diseño y un poco gruesa, capaz de  resistir el desgaste más que otro tipo de tela; sabiendo que el trabajo sería un proceso lento, me armé de paciencia y comencé a cortar los cuatro respaldos y los cuatro cojines para sentarse. El diseño era muy sencillo y no hubo necesidad de cuadrar los dibujos, tal como ya había hecho con los muebles de otra señora, en Navidad, donde si fue necesario que los pedazos encajaran en la misma dirección. 
Mi eterna compañera de aventuras junto a las telas, hilos y patrones, me refiero a la maquinita de coser, se encargó de cerrar todas las costuras requeridas y, como por arte de magia, ante mis ojos, quedó el nuevo traje de la silla consumida por las travesuras del gato. El día de entrega, cuando llegué con mis forros al apartamento, la nueva inquilina, feliz, admiró su comedor, lindo y sencillo. Con esta experiencia, yo mejoré mis conocimientos de costura y los dueños del apartamento aprendieron que no deben alquilar su propiedad a personas que se muden con gatos, sin haberles cortado las uñas con antelación. 

sábado, 13 de enero de 2018

Los catálogos

En alguna oportunidad, recién llegada a Panamá, vi un anuncio interesante para mis expectativas en el nuevo y apasionante rol que asumí en este país, la costura. Una señora, que comenzaba su negocio en elaboración y venta de sábanas infantiles, necesitaba a alguien que les tomara las bastas o hilván alrededor de las telas. El anzuelo fue determinante, se podía coser desde el hogar con implementos propios.
La sorpresa llegó con la llamada para solicitar información: debía usar, entre mis herramientas, los hilos requeridos para el trabajo; no solo eso llamaba la atención sino que ¡no podría cobrar hasta que ella vendiera sus piezas. Para rematar esta extraña oferta de trabajo, pidió mis credenciales de “Modistería en Alta Costura” y un Catálogo de mi trabajo para evaluarlo. Respecto a su oferta, resultaba tan contradictorio el hecho de pedir credenciales y catálogos, si no había remuneración hasta que arrancara su negocio. En realidad, cuando no convienen las cosas, no convienen…imagino que la señora, todavía, estará intentando pescar personas incautas para comenzar su proyecto.
Por mi lado, me llamó la atención la solicitud del catálogo; porque, aunque he elaborado infinitas prendas de vestir, desde que aprendí a coser, en mi máquina infantil, en la misma mesa en que lo hacía mi madre en su antigua y negrita “Singer”, nunca he llevado un registro fotográfico. Ahora sé que los catálogos ofrecen los productos, en forma ordenada y, como, personalmente, no tengo la mínima intención de constituir una empresa de modistería, me limité a buscar herramientas para elaborar uno, a modo de nuevo aprendizaje. El resultado fue simpático, porque, además de recordar “acciones escriturales” de la universidad, me entretuve un rato en mi doble terreno de la costura y la reflexión. 









viernes, 5 de enero de 2018

La máquina de coser


Esta significativa imagen me la envió mi hija, porque se parecía a mí y, en efecto, no hace falta detallarla mucho para observar que, ciertamente, define  mi vida en la actualidad y sería difícil conseguir una descripción más acertada de los momentos que me envuelven en este nuevo ciclo.
 Una máquina de coser siempre estuvo presente, desde las primeras imágenes que recuerdo del hogar donde crecí; la figura materna, frente a ella, incansable, creaba en la tela y, con el sopor de los días, daba puntadas, durante las largas horas de la jornada diaria; de esta manera, me acostumbré al enjambre de hilos y telas que enmarañaban mi existencia; además, por ese motivo, no fue nada extraño que, muchos años después, cuando formara mi propio hogar, también una “Singer” ocupara un lugar privilegiado en el salón de estudios, donde se confundía la melodía del motor que la animaba, con la visión de las paredes llenas de diplomas, medallas y placas de reconocimiento académico y deportivo.
Sin mirar hacia atrás y pocas semanas antes de viajar a Panamá, donde sembraría mis nuevos proyectos, todos esos recuerdos salieron de mi vida…la máquina de coser buscó cobijo en otro hogar; por su parte, las medallas, los reconocimientos universitarios y el “Rinconcito Runner” tuvieron un destino que, quizá, no merecían: el tiesto de la basura; pero, en definitiva, la maleta necesitaba más espacio para añadir las experiencias que nos darían nuevos entornos, sin necesidad de esos amuletos.

Cuando llegué a Panamá, decidí reinventarme y, ciertamente, lo he logrado; la Academia y sus recuerdos rígidos de sabiduría han quedado atrás; hoy día, solo dos humildes medallas de “Running” adornan la pared de mi habitación y, siempre fiel a mi lado, otra máquina de coser se ha encargado de que yo siga tejiendo sueños de nuevas aventuras, bordando historias para mis nietos, aprendiendo puntadas y cambiando de agujas en el nuevo convivir con los hijos, desatando nudos y ajustando la tensión de los días, cuando cometo errores, avanzando en la labor de seguir viviendo feliz, en esta nueva oportunidad que me regaló la vida, para deshacer los errores del apego innecesario a lo que poseía en mi país y, lo más importante…¡Volver a empezar!